Por
mucho que la Iglesia Católica, o el primitivo cristianismo se empeñaran,
es un hecho que el mundo celta sigue en las raíces de muchas de las
festividades, incluso en el Halloween americano, cuyo término es una
contracción de All Hallow´s Eve, y significa “Víspera de todos los
muertos”. El mundo celta se dividía en dos mitades: la luz y la
oscuridad. También celebraban otras fiestas relacionadas con los
solsticios y los equinoccios. El Samain o Samhain significaba el final
del año de la luz y el principio de la oscuridad y tenía lugar en los
primeros días de noviembre.
No se
conoce ningún pueblo, por pequeño que sea, en el que durante
esos días de principio de noviembre no se celebre algún ritual
que, generalmente, está enfocado en agasajar a los muertos de cada cual.
Pero de aquellos ritos de nuestros antepasados a día de hoy y sin
necesidad de rastrear demasiado, permanecen en nuestras tierras sorianas
mucho más que las flores en las tumbas.
La
Asociación Cultural Amigos de las Ánimas, a cuyo frente se encuentra
Ernesto López Escudero -Nano- hace años que trata de recuperar -y lo
consigue- las costumbres que, pese a la escasez de personas, perviven en
la provincia, o han pervivido hasta hace poco.
Todo
empezó en el Monte de las Ánimas, próximo a la capital y pronto continuó
en el pueblo de Cuevas de Soria, en el magnífico paraje del Pozo del
Perejón donde, al igual que pocos años atrás en el Monte de las Ánimas,
se pasa el fuego y se lee la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer. Serían,
entre otros, el padre de Nano, Ernesto López y Ángel Celorrio, los
encargados de organizar el rito, dos personas fundamentales que fueron
homenajeados en la entrega de los premios del concurso de relatos de
miedo, en el Círculo de la Amistad Numancia.
Alrededor de quinientos voluntarios se prestan para colaborar en todos y
cada uno de los actos que tienen lugar tanto en la ciudad como en la
provincia. Durante varios días hay lecturas de relatos de terror,
carrera nocturna de las Ánimas, cortos en los cines del Mercado
Municipal.
Previamente se había convocado un certamen literario que este año de
2019 ha contado con más de cuatrocientos relatos llegados de varios
países. Las ruinas de San Nicolás, en la calle Real, es uno de los
escenarios. El día grande llueva (como este año) o no, es la noche del
Pasacalles, cuando personas disfrazadas de ánimas, templarios y otros
personajes en general relacionados con la leyenda de Bécquer, recorren
la ciudad.
En la
provincia se sigue manteniendo el paso del fuego en Cuevas de Soria, los
Cánticos de Tajueco y el Samain en Garray, junto con la Muerte de las
Tres Culturas en Ágreda, el Plenilunio en Castilfrío. En Noviercas
todavía bendicen los bodigos (panecillos), que sirven de ofrenda y en
algunos pueblos se colocan, o colocaban, sobre las sepulturas de los
fallecidos con una vela en el centro. Y un sin fin de ritos que cada
pueblo celebra a su manera, principalmente con lumbres u hogueras. Otros
ya se han perdido. En el Oeste provincial, cuando todavía vivían mozos,
se corría una machorra por las calles, de noche, y luego hacían
caldereta y la comían.
Por
ejemplo, en Quintanilla de Tres Barrios, Espejón, Alcubilla de
Avellaneda. En muchos pueblos las mujeres cocinaban gachas. En La Rubia
pedían limosna para las Ánimas, de noche. En Almaluez encendían una
lumbre en el centro de la plaza, alrededor de la iglesia, donde antes
estaba el cementerio, y los mozos salían de él como fantasmas. Lo que no
faltaba en ningún pueblo era el toque de campanas durante toda la noche
por parte de los mozos, a quienes el ayuntamiento les regalaba vino para
que no decayeran. En algunos pueblos, como Valtajeros, el vino lo bebían
en tazas de plata que se conservan en el ayuntamiento. Para seguir esta
costumbre, en Montenegro de Cameros una señora piadosa dejó instituida
una manda testamentaria para comprar el vino de los mozos.
Festival de las Ánimas
Las Ánimas y Todos los Santos, Manuel Castelló