Aurelio de Llano Roza
de Ampudia, en su libro “Del folklore asturiano”, dedica un apartado, que
llama “Tesoros”, a la tradición oral mantenida en el orbe cristiano sobre
la ocultación de joyas, siempre de oro, por parte de los musulmanes
durante los años de la Reconquista.
En la Comunidad
Autónoma de Asturias, a estos tesoros se les denomina de distintas formas,
según la zona geográfica en que se encuentre. Así nos encontramos con los
sinónimos ayalgas, yalgas, chalgas, chalgueiros o tesoros, para definir a
las joyas que se esconden en lugares lejanos y
recónditos.
Mágicos
pinos sorianos, ¿tendrá escondido algún chalgueiro?
En 1923, cuando el
reconocido etnólogo De Llano escribió el libro al que nos referimos,
circulaban por toda la provincia unos documentos que se conocían como
Gacetas o Gacepas, también llamadas Liendas, de las que decían proceder,
unos de Argel y otros del Archivo de Simancas. En ellos se explicaba, con
detalle, las ubicaciones de los tesoros, con referencias espaciales
exactas, por lo que resultaba creíble y era adquiridas en ocasiones a
cifras verdaderamente elevadas. Para el autor, induce a pensar que fueron
escritas “por algunos bribones de la localidad o por otros de fuera no
menos pícaros que pidieron datos topográficos a las gentes del país que
estaban en el servicio militar o en otro punto, con el objeto de venderlas
a buen precio a los avaros y mentecatos”.
En Soria, naturalmente,
tenemos también buen número de leyendas sobre tesoros, aunque el origen no
sea el mismo que en Asturias, toda vez que por aquellas latitudes los
hijos de la media luna salieron casi con la misma rapidez que entraron.
Podría ser que, conocidas por los desaprensivos las leyendas de las
tierras donde los musulmanes habían estado instalados, las aprovecharan
para sus usos particulares, como el estafar a incautos.
Desde Duáñez se ve la
elevación que se conoce como “Cerro de San Sebastián”, perteneciente al
lugar de Fuentetecha. En Duáñez aseguran que en ese cerro, castro
inventariado y, posteriormente, lugar cristianizado con la construcción de
una ermita, se halla oculto por “los moros” un tesoro, todo él de oro.
Junto con esta tradición existe otra relacionada con el mismo lugar, una
leyenda según la cual una mora, cada madrugada de San Juan, bajaba a
lavarse la cara la fuente del lugar de Fuentetecha.
Sobre la Sierra de
Carcaña hay variadas leyendas sobre la riqueza que su interior alberga,
recogidas por Sánchez Dragó/Ruiz Vega, en “El Diccionario de la España
Mágica”, editada por Espasa. Entre esas leyendas de minas de metales
preciosos, maletines con el dinero para abonar el salario a la tropa de
los carlistas extraviada por el pagador, está la de que “guarda en sus
escondrijos un pellejo de buey repleto de oro, fábula solamente a
propósito para hacer soñar a los codiciosos”.
En Cigudosa, lugar
soriano cercano a la frontera con Navarra, la tradición de tesoros viene
explicada en forma de minas de plata, oro y platino, sin que nunca se
hayan excavado.
Mágico paraje en Cigudosa, donde de exisitr, seguro que
habitan las Ayalgas
En Cihuela fue un
puchero lleno de doblillas de oro, aunque en esta villa aseguran que sí
llegó a ser rescatado, previa excavación, en el suelo de la granja de
Mazalacete, donde existió una posada para el servicio del elevado número
de arrieros que circulaban por la zona.
No sabemos si en
Escobosa de Almazán fueron los moros o, como aseguran, “un señor muy
rico”, el que escondió, en el paraje de “Torregorda”, un juego de bolos de
oro, el cual, a pesar de repetidos intentos, hasta la fecha no ha
aparecido.
En Jodra de Cardos
existe un paraje llamado “El mirón y la mirona”, del cual aseguran,
haciendo juego de palabras, que “vale más que el rey y su corona”, ya que,
aseguran, que una tradición oral mantiene que en ese paraje hay enterrada
una piel de toro llena de oro.
Más escépticos los
habitantes de Vadillo, lugar de Pinares Altos, dudan que algún día puedan
hallar la caldera de oro que los mayores han oído contar se encuentra
enterrada en el paraje de “Las siete fuentes”.
Por último, y como
repaso de esta curiosa tradición, diremos que en Zayas de Torre, donde
existe un paraje con el nombre de “Boca de los moros”, recuerdan viejas
conteras según las cuales el pueblo estuvo murado, y la puerta cerrada por
los moros con una cadena de oro, posteriormente enterrada y desaparecida
hasta la fecha. Todavía se conserva para una calle el nombre de “Cuesta de
la puerta”.
©
Isabel Goig
|