Las
flores han sido utilizadas para los bailes desde siempre. Algunos
autores han querido ver en esta simbiosis flores-danza o baile, una
reminiscencia de las fiestas saturnales, pero a nosotros nos parece
que están relacionadas, sencillamente, con la primavera. Aunque
sólo sea porque los romanos dedicaban a sus saturnales parte del
mes de diciembre y no es esa época en la que abunden las flores.
Además, todos los bailes con flores que se han conservado se
practican durante la primavera y el verano. Finalmente, y sobre
todo, resulta de sentido común pensar que el hombre aprovechara
aquello que la naturaleza le brindaba para adornarse y adornar los
instrumentos de esos bailes o danzas, tal vez al principio nada más
que saltos que, con el tiempo, se irían convirtiendo en rituales
más sofisticados. En Tarragona los bailes con elementos florales se
encontraban ya ritualizados en el Imperio Romano y todavía
perviven. Para otros folcloristas, uno de estos bailes, Los
Cercolets o Arcos, representan la bóveda celeste para unos, y
el simbolismo de la renovación periódica de la vida, para otros.
Con el paso del tiempo, la Iglesia Católica vería en los
perfumados y coloristas productos de la naturaleza ofrendas a los
santos y las vírgenes, y se utilizarían sobre todo para la
festividad del Corpus en forma de alfombras y arcos, para la
recepción de obispos y, todavía, se siguen bailando en algunos
lugares durante las fiestas patronales.
Algunos
estudiosos distinguen claramente entre las danzas y los bailes. Para
las primeras el danzante se acompañaría de objetos duros como las
espadas y palos. En este grupo estarían las dances
aragonesas, los ball de bastons catalanes, las danzas de San
Leonardo, Casarejos y Los Llamosos; estos tres últimos se supone
que llegan de otra danza más antigua en la que utilizarían
espadas. Por otro lado estarían los bailes, que utilizarían
pañuelos, arcos, fajas, etc. En estos últimos podríamos incluir
el Ball de Cercolets, de Tarragona; "El Saludo" o
"Baile de los Mimbres", de Cidones y los distintos
trenzados como los de Vildé, Sotillo del Rincón, Santa Cruz de
Yanguas y otros, todos ellos de la provincia de Soria. Otras
prácticas, sin danzas, pero con flores, árboles y, sobre todo,
practicadas en primavera y verano, sería la costumbre que
mantuvieron en Baraona hasta fechas recientes de adornarse las
muchachas con centáurea; las enramadas a las mozas por parte de los
mozos –que todavía se siguen practicando en algunos lugares de
Soria, como en Fuentearmegil el día de Santa Isabel-;o las pingadas
de los mayos. No obstante en el repaso que hemos dado por las
fiestas patronales de algunos lugares, hemos comprobado que muchas
manifestaciones se dan juntas, en el día del patrón o patrona,
como un todo, encadenando una manifestación con otra hasta forman
un conjunto ritualizado.
En el Ball
de Cercolets, de Tarragona, se utilizan arcos, también llamados
arquets de festa, adornados con flores, frutas y cintas. Cada
danzante porta su arco y, todos juntos, forman figuras (campana,
pera, una estrella…), a veces geométricas. Sobre esta figura y en
el punto central se coloca el danzante más pequeño, llamado
Capità Petit, que puede ser niño o niña, no así el Capità Gran,
quien dirige y debe ser un varón. Este baile de Tarragona se halla
muy bien documentado y en el año 2000 apareció un librito escrito
por Montserrat Garrich y editado por el Ayuntamiento de la capital,
donde se recoge desde el nacimiento hasta la feliz actualidad,
pasando por las vicisitudes que hubieron de pasar para componer una
música de la que carecían. En este libro se da cuenta de los
momentos históricos en que se bailaba hasta llegar a formar parte
del seguici popular de Santa Tecla. Fundamentalmente se
danzaba para recibir a los distintos arzobispos. Desde 1577 hasta
1804, está documentado que se bailó trece veces para recibir a
otros tantos arzobispos, una para recibir a Carlos III en 1706 y
otra para recibir a Carlos IV en 1802. A partir de 1862 para las
fiestas de Santa Tecla. Durante siglos se hizo cargo del baile el
gremio de San Marcos, de zapateros, hasta que se ocupó de él el
Ayuntamiento de Tarragona.
De la misma
familia del Ball de Cercolets son los bailes que, con el
nombre genérico de Arcos, se practican en La Rioja. José Antonio
Quijera Pérez, en su estudio sobre danzas tradicionales de La
Rioja, publicado en 1992, recoge estos bailes con "arcos
ornamentados, que se sujetan con ambas manos" en Ojacastro,
Ezcaray, Santo Domingo de La Calzada, San Asensio, Laguardia, Elciego, El
Cortijo y Fuenmayor. Lugares todos (a excepción de Ojacastro,
localidad situada en la Sierra de la Demanda) dedicados a la
producción de vino, la misma actividad que mantiene la zona de
Tarragona donde se bailan. Sólo en Fuenmayor al baile se le llama
Los Cellos, en lugar de Arcos, y es debido al elemento que utilizan
para su confección: los cellos de metal que envuelven a las cubas
de vino. En Santo Domingo de la Calzada utilizan la madera de
avellano para su confección.
Otros
bailes que podrían incluirse en el grupo del que hablamos son los
trenzados, pero sin cercos o arcos, como los de Santa Cruz de
Yanguas, Vildé y Sotillo del Rincón, que la soriana Carmen de la
Mata los tiene estudiados. Son un a modo de rústico minué que se
baila alrededor de un palo del cual salen cintas. Cada danzante
sujeta la suya al ritmo de la música, tejen un trenzado y destejen.
Se danzaban con motivo de la romería a la Virgen de la Blanca, en
Cabrejas del Pinar, ante cuya imagen bailaban y con motivo de las
fiestas patronales en Sotillo del Rincón.
Estos
mismos bailes son llamados, en La Rioja, Árbol. Quijera Pérez ha
recogido esta manifestación popular en Cuzcurrita, Pradoluengo,
Ojacastro, Santo Domingo de la Calzada, Elciego, Cenicero,
Fuenmayor, Santa Coloma, Ortigosa, Nieva, Laguna de Cameros, San
Asensio, Villabuena y Laguardia. Con el nombre de Árbol de cintas
en Treviana, como Palo de las cintas, en Villar de Torre, y con el
nombre de Enredada, en Briones. Los danzantes –él los llama
siempre así porque estos bailes se practican a la vez que otros,
entre ellos danzas del paloteo- en general son ocho y otras tantas
las cintas que cuelgan del palo central, mástil o mayo, el cual ha
de tener, como mínimo, tres metros. En Laguna de Cameros se
bailaban tres variaciones de árboles, en el atrio de la iglesia y
con motivo de las fiestas de Santiago. En Villalba de Rioja y para
la festividad de la Virgen de los Remedios, al acabar el baile del
Árbol, los espectadores echaban dinero a los danzantes, que era
recaudado por el cachibirrio, para preparar con él una comida
comunitaria.
Diremos
algo de la figura del cachibirrio o cachiburrio, semejante al
zarragón soriano. Esta figura está definida por Martínez Laseca y
para el zarragón soriano, como "estrafalaria figura, vestida
grotescamente con rabo de toro por centro o zurriago y cuya misión
es la de gracioso o bufón, ofrecía las danzas a los señores,
alejaba a los chicos, etc., despertando la hilaridad del
público". Los riojanos le tienen mayor respeto a este
personaje, ya que, el cachibirrio o cachiburrio es el mayor de los
danzantes, a la vez el maestro de las danzas, el que mantiene el
orden en cuanto a horarios, vestuario, y también, durante el baile,
a fin de que los espectadores no molesten, además de administrar el
dinero, atendiendo a los gastos. En cuanto a la vestimenta de estos
personajes, cambia según el lugar y la danza o baile a representar.
Casi todos los vistos calzan alpargatas blancas, portan gorros
cónicos, vestidos muy coloristas y vistosos y cascabeles; unos
portan en la mano bastones adornados con cintas, o colas de caballo,
rabos de toro, etc.
El
"Saludo de Cidones", aunque más popularmente conocido
como el "Baile de los mimbres" (debido al material con que
están confeccionados los arcos) es un baile que integra los cercolets
o arcos con el trenzado o cordón. Se baile con aros de mimbre
trenzado y adornado con cintas de distintos colores. Se danza
alrededor de un palo sujeto por una persona ajena al baile y
alrededor de él los danzantes van formando, con las cintas que
cuelgan del mástil, trenzados. Lo hacen al son de gaita y tamboril,
al compás de 2/4 y al ritmo de "alegretto". El número de
danzantes depende, pero siempre par y entre 8 y 16. Se baila en
Cidones y pueblos colindantes el día de la fiesta de la cuadrilla
de mozos en el atrio de la iglesia y también durante la procesión,
delante de la imagen. El traje utilizado era el de piñorra, típico
de la provincia de Soria, con sayas y pañuelo bordado atado en el
pecho. Ignoran los más viejos la antigüedad, pero aseguran que lo
bailaban sus antepasados. Carmen de la Mata, quien durante
diecinueve años se hizo cargo de la Escuela de Danzas de Soria,
recogió en su momento todas las danzas de la provincia y se espera
en Soria la publicación de un libro que más luz al folclore
soriano.
Estos
bailes, así como las pingadas del mayo en algunos pueblos de Soria,
se ofrecían a los ilustres visitantes, sobre todo las pastorales
del "señor obispo". Paralelamente en actividades llevadas
a cabo por la Sección Femenina y, con Carmen de la Mata al frente,
en festividades o certámenes. En los pueblos sorianos se ha perdido
la costumbre a la vez que se perdía la población. Salvo raras
excepciones, como en Sotillo del Rincón o Alconaba, donde el año
pasado invitaron a los danzantes de Los Llamosos con motivo de sus
fiestas patronales, puede decirse que en Soria todos los bailes se
hallan en trance de perderse. En otros lugares, en cambio, como La
Rioja y Burgos, se mantienen algo más, aunque también se han
perdido muchos. En Tarragona, Els Cercolets está en pleno
auge, formando parte del seguici popular de Santa Tecla, en
la capital.
Sin lugar a
dudas estas manifestaciones folclóricas fueron llevadas a
Suramérica en algún momento de los distintos y variados trasiegos
conquistadores. Recientemente hemos visionado una cinta sobre
Méjico donde aparece parte de la actuación del Ballet Folclórico
Nacional. Una de las danzas es un trenzado. Los bailarines, diez
parejas, vestidos de blanco y rojo y con un pañuelo rojo en la mano
trenzan alrededor de un palo. Del Estado de Chiapas llevan en el
repertorio una danza de espadas con zarragón en el papel de lobo. Y
de Veracruz muestran a los "Pájaros voladores", unos
hombres que, sobre un palo iluminado –un mayo- dedican el rito al
dios sol y a la primavera, antes de dejarse caer con la cabeza hacia
abajo, atados por la cintura.
© Isabel
Goig, Israel Lahoz y Pilar Dorante
(del libro Una
mirada sobre el Tarragonès)
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