Muchos
pueblos sorianos quisieran tener un documento sobre su pasado inmediato como del que
dispone Valdegeña con el Memorándum escrito por el tío de Florentino Zamora Lucas,
natural de Valdegeña y que éste redactó en el periodo que va desde enero de 1949 al 8
de diciembre del 51. Este Memorándum nunca fue publicado y puede únicamente consultarse
en la biblioteca pública en una copia a máquina. Se trata de un texto llano y sencillo,
escrito por una persona que, como él mismo se encarga de decir varias veces, no tiene
pretensión alguna documental o literaria, sino la mucho más modesta de explicar en
lenguaje coloquial, de hombre del pueblo, los recuerdos de una larga vida y, a través de
ellos, el acontecer histórico de un pequeño pueblo soriano: Valdegeña.
De enhorabuena estaríamos si muchos de los ancianos que hoy día viven sus últimos años
en toda la provincia, y que son sin duda portadores de un importante legado folklórico,
etnológico y aún histórico, se tomaran la molestia y el esfuerzo de consignar por
escrito sus recuerdos vitales con mejor o peor estilo o sintaxis. Soria, la del hoy y la
del mañana, les agradecería este esfuerzo final pues de este modo nos legarían todo un
acervo que corre el peligro - o en él está ya - de desaparecer sin rastro alguno.
Este que se titula "Memorándum de un ochentón", está plagado de datos de
interés sobre los más diversos temas pero su mayor cualidad es la de lanzarnos por el
túnel del tiempo hacia una Valdegeña y una Soria de antaño que nos es profundamente
desconocida y ayudarnos así a comprender mejor lo que Soria fue, lo que Soria todavía es
en alguna medida y - en todo caso - lo que Soria nunca debería dejar de ser.
Hemos seleccionado uno de los truculentos sucesos que en este Memorándum se describen,
como es el hecho de que una cuadrilla de forajidos se albergara algún tiempo en el pueblo
y las cosas que a raíz de esto sucedieron.
"El primero que quiero referir es el de la cuadrilla de forajidos que
tenían por capitán a una mujer desalmada llamada la Isabelita. Esta se instaló en
Valdegeña en una casita de las del barrio alto (quizá en la que vive la Josefilla) y
allí estaba al principio misteriosamente hasta que los vecinos tan timoratos de aquellos
tiempos y tan cobardes pudieron observar que de cuando en cuando iban al anochecer cinco o
seis hombres con caballos y que por la mañana pronto desaparecían, o si se quedaban
durante el día no se daban a conocer en el pueblo.
Los vecinos sospecharon mal y ya se rumoreó que el Revedado (camino de Trévago) habían
cometido robos a los arrieros, que si al tío fulano que pasaba con su recua le habían
quitado el dinero y un macho de los que llevaba con la carga entera, y así sucesivamente;
hasta que ya se supo que la banda de ladrones tan pronto la encontraban por Valdegeña
como por Sigüenza o Guadalajara y que su radio de acción era desde nuestro pueblo hasta
Madrid.
Como no había apenas Guardia Civil campaban por sus respetos y la Isabelita era la que
mandaba y ordenaba porque el jefe de la cuadrilla era su querido. Pues bien, como los
arrieros como ya he insistido anteriormente eran muchos y sabían que la Isabelita
mandaba, acudían a ella a asegurar su mercancía, pagándola un tributo que ella pedía a
su antojo, y les daba un salvoconducto con el cual iban libres de todo riesgo hasta Madrid
y desde Madrid hasta Tierra de Ágreda incluso del Revedado o Valle del Infierno. Mi
abuelo Juanillo que era muy miedoso y temía que le robaran decía: (después que ya
habían desaparecido de Valdegeña forajidos o ladrones y la Isabelita, que debieron
permanecer dos o tres años en el pueblo, quizá presos por la Guardia Civil o fuerzas del
ejército) que una vez fue a su casa dicha Isabelita y con mucho misterio (él se creyó
que iba a robarle) le dijo: "Señor Juanillo, no se asuste usted porque vengo a su
casa, ni se turbe pues vengo a pedirle a usted un favor que yo se lo agradeceré mucho y
usted también me lo agradecerá, pero que por ningún concepto se lo ha de decir a nadie;
y es que venda ahora y siempre que lo necesite cebada para los caballos de mis amigos
cuando vengan, en la seguridad de que ni a usted ni a los suyos les pasará nada mientras
esté yo en el pueblo; pero le repito que a nadie diga nada. Aunque yo llame a su puerta
de noche o a horas intempestivas, ábrame sin cuidado".
Fueron muchas las veces que le vendió y que le pagó religiosamente y con esplendidez;
así que el abuelo Juanillo se acostaba tranquilamente y era apreciado por la Isabelita
famosa. Nunca, decía, vinieron los ladrones a mi casa, y cuando entraban o salían del
pueblo a su fechorías y se lo encontraban alguna vez le saludaban con cierta atención y
él dice que casi no se atrevía a mirarles de miedo. Todavía no era rico entonces, pero
tenía sobrante en su casa y aunque lo necesitaba se privaba de ello por evitar males
mayores. ¡Hombre listo! algunas cosas más contaban los del pueblo más o menos
importantes, pero lo más esencial eran los robos que cometían y alguna que otra muerte
que los ladrones habían cometido en los trayectos de Valdegeña a Madrid. Con esto de
estar en Valdegeña la Isabelita y su cuadrilla, dice, que nadie se arrimaba a Valdegeña,
ni aún en fiestas por miedo a la Isabelita. No se ha sabido, y no he oído nunca qué
paradero tuvo dicha mujer, pero es de suponer que al irse tales gentes sabe Dios lo que
sería de ella: cárcel o muerte, porque quien mal anda mal acaba"..
No se sabe qué alabar más de este texto, si el profundo aroma a
"Far West" que expele, con su Jane Calamity mesetaria, sus "out-laws",
y sus fechorías, o la habilidad de la Isabelita, buscando un eficaz "santuario"
en Valdegeña, asegurándose el control del combustible con el abuelo Juanillo o el
curioso sistema de igualas que creó a costa del gremio de arrieros. Pero lo más difícil
de concebir es cómo se las arreglaría la buena de Isabelita para meter en cintura y
tener a raya a una porción de facinerosos mal encarados y aguardentosos como sin duda
debía ser su banda. Como el caballo de Espartera los debía tener la Isabelita.
© María Villanañe
(publicado en Soria Semanal,
marzo de 1990)
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