ANTONIO ZOZAYA YOU y Soria

 

Antonio Zozaya You (Madrid 1859-Méjico 1943), fue licenciado en Derecho Civil y Canónigo, aunque más conocido por su dedicación, durante muchos años, al periodismo y la creación literaria en todas sus modalidades.

La relación con Soria se debió a que los últimos años del bachillerato los estudió, por motivos de salud, en esta ciudad castellana. Todo aquel que recala en Soria acaba recordándola y cantándola, aunque se marche. El tiempo transcurrido en la ciudad debió ser suficiente para reunir los méritos necesarios y ser nombrado, en noviembre de 1922, hijo adoptivo de ella. Un título honorífico que le duró hasta que quienes ya en 1937 se consideraron ganadores de la contienda civil, se lo retiraran por haberse posicionado “a favor de los rojos”.

En el libro “Por los cauces serenos”, editado, en 1912, por F. Sempere y Compañía, de Valencia, Antonio Zozaya recuerda en el artículo titulado La República de Soria, cómo vivieron la proclamación él y otros compañeros, en 1873, cuando apenas contaba con catorce años. Ofrece, además, una fotografía literaria de la Soria de aquellos años, de calles lóbregas por donde se helaba hasta el San Saturio de la hornacina del Collado. 

 

“Tarde lluviosa y frigidísima, mal alumbraba las calles de la vieja ciudad, cual de ordinario lóbregas y adustas. Destilaban glacial aguanieve las gárgolas roídas de los templos románicos y los canes apolillados de las callejas solitarias. Lloraban los santos bizantinos de pétreo y desmesurado encéfalo en el pórtico de Santo Domingo, las labradas impostas de la Torre de doña Urraca y el senecto San Juan de Rabanera. El mismo San Saturio parecía estremecerse, entumecido, dentro de su hornacina del Collado. En los balcones, tras las emplomadas vidrieras, aparecía por acaso un rostro femenino, invadido de palidez y tedio mortal. Retumbaba de vez en cuando el golpe seco de un desvencijado portón, y todo volvía a abismarse en silencio, que subrayaba de nuevo la lluvia, pausada y lacrimosa, como un llanto isócrono y desolado de secular abatimiento y de tristeza irremediable.

Y he aquí que, de pronto, ¡suceso inaudito! Vibraron en los aires las notas estridentes y desafinadas de un himno patriótico. Se abrieron unos cuantos zaguanes y ventanas y mostraron su faz asombrada como hasta dos docenas de numantinos soñolientos. Los chicos corrimos alborozados hacia donde sonaba la música; era la primera que escuchábamos en dos años, fuera de la fiesta de las calderas. Sin duda, debía seer acontecimiento estupendo el que perturbaba la calma perdurable de la ciudad morigerada y semiclaustral.

Pronto supimos el notición; se había proclamado la República y era presidente Figueras. Quedamos atónitos. ¡Cómo iban a rabiar el cura del Espino y su cofrade Núñez, el catedrático de latín! ¡Pues no digo nada Avilés! Treinta chicuelos nos incorporamos a la banda; detrás iban el tío Garapo, Molina, Balbás y media docena de amigos. Dimos vivas a todo lo existente, y además, a la Manolilla la cervereña. En seguida ¡hala! a la calle Real; allí vivían todos los carcas y había que meterles por los oídos La Marsellesa, el himno de Garibaldi y el Trágala”. (…).

 

Fue Antonio Zozaya director propietario de la Biblioteca Económica Filosófica, y en la última página del volumen de referencia, aparecen ya 74 títulos (fueron muchos más), que dan comienzo con Platón y los diálogos socráticos y sigue con Sanz del Río, Maquiavelo, Confucio, Giner de los Ríos, Marco Aurelio, y el propio Zozaya entre otros. 

A fin de enmendar la tropelía de 1937, el último mes de diciembre, el pleno del Ayuntamiento de Soria le reintegró el título de Hijo Adoptivo. Ante algunos de sus descendientes y siendo concejal de Cultura Jesús Bárez Iglesias. 

José Tudela de la Orden le dedicó un artículo en La Voz de Soria, que reproducimos.

 

-A Don Antonio Zozaya-

Nuestro homenaje 

José Tudela de la Orden

 

Recientemente se ha publicado bajo el título de “Ideogramas” un elegante volumen, bellamente encuadernado, que contiene una escogida colección de crónicas del ilustre periodista don Antonio Zozaya.

Para editar tan pulcramente este volumen, que se vende a precio módico, los muchos lectores y amigos del Sr. Zozaya contribuyeron con pequeños donativos. De esta manera se ha rendido al gran escritor un homenaje digno de su alto espíritu.

Muchas veces, en diversas ocasiones y por múltiples motivos, surgieron deseos e iniciativas de rendir tributo de admiración y simpatía a don Antonio Zozaya. Varias veces se le han ofrecido condecoraciones y honores que él siempre, modesta y discretamente, ha rechazado. Por esto no podía dejar de aceptar este, tan en armonía con su manera de ser.

No podía rechazarlo porque consistía precisamente en difundir y esparcir las preciadas semillas que su sereno pensamiento había engendrado al calor de su generoso y noble corazón.

No podía rechazar este homenaje que era la repetición de su labor cotidiana, pero de una manera más solemne y extraordinaria, una gran siembra hecha por sus amigos con la preciada semilla de sus ideas.

Y esta siembra se hacía pulcramente, correctamente, en cordial hermandad unos lectores con otros, como correspondía al ejemplo contante que la obra o la vida del maestro imponían; pulcritud, corrección, nobleza, hermandad y generosidad, que es lo que trasciende del retrato que encabeza el texto del volumen.

En Zozaya encarnan las virtudes más selectas de los últimos románticos del siglo XIX. Le llamamos romántico porque muestra siempre su preferencia por el sentimiento, sobre la fría razón, porque proclama la bondad y la justicia como las más altas virtudes.

Por eso tiene su figura literaria y hasta su figura personal ese aspecto apostólico: un apóstol de levita, de correcto corte y de elegante apostura.

Hasta esa misma preferencia por lo sentimental es un gesto elegante de su gran inteligencia y de su vasta cultura; proclama como más excelso aquello que puede encontrarse en los seres más humildes, como disimulando esas otras grandes virtudes que sólo adornan a los espíritus cultivados.

Esta manera de ser de D. Antonio Zozaya ha hecho que sea apreciado y querido en las esferas sociales y culturales, por sabios y por ignorantes, por ricos y pobres, por gente de todas las ideas, aunque él se presente ocupando un puesto destacado entre los escritores llamados de izquierda. Esta general consideración y simpatía la ha conquistado por su gran tolerancia, por su gran bondad, por su sensible espíritu de justicia, por su cálida y ferviente cordialidad.

A pesar de ser un hombre de libros, educado en los estudios filosóficos –que él fomentó con otros pocos hombres ilustres del siglo pasado- sus más profundas enseñanzas las ha tomado de la vida, de ésta más que de los libros ha recibido su magisterio. Ha sabido con exquisito tacto e instintivo buen sentido equilibrar estas dos grandes fuentes de conocimiento; así, que en este sentido puede considerársele también como un clásico.

No pretendemos ahora hacer un bosquejo de personalidad de Zozaya, a vuela pluma saltan estas consideraciones con motivo del homenaje que los lectores de “La Libertad” le otorgaron. A nosotros nos corresponde por varios motivos sumarnos a él; porque aspiramos a ver y a sentir las cosas con su misma nobleza y generosidad; porque gustamos la pulcra manera de expresar sus ideas y sus sentimientos; porque apreciamos en Zozaya no sólo sus virtudes de escritor sino sus hermosas cualidades de hombre; porque nos honramos con su conocimiento y su amistad y porque además nos sentimos unidos a él en un mismo afecto y un mismo cariño: el amor a Soria, tan constantemente manifestado por el ilustre maestro.

 

Publicado en “La Voz de Soria”, 27-12-1927

 

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